jueves, 29 de mayo de 2014

Fotorreportaje: Un día en el mercado

«La Vieja Guardia de Merka Obieta»

En este reportaje nos hemos adentrado en la localidad de Erandio para intentar descubrir una de las formas de comercio más clásicas y genuinas: el mercado. En concreto, hemos visitado el Mercado Obieta, situado en el corazón del municipio, cuya galería comunica la propia calle Obieta con la plaza de San Agustín.

Muchos y muy diversos han sido los devenires que el mercado ha experimentado desde que abriera sus puertas en 1985. Con el paso del tiempo, los cambios en la sociedad y en sus hábitos han ido haciendo mella en él, hasta dejarnos la actual imagen, sólo en apariencia poco esperanzadora. Esto se debe a que de los 16 puestos con los que arrancó, hoy en día tan sólo quedan 5: una carnicería y charcutería -ahora separadas-, una pollería, una frutería y una pescadería; a los que, además, ellos mismos suman un sexto puesto, el bar que da a la calle principal desde la galería, aunque curiosamente este último pareció incluso sorprendido al comentárselo.

En cualquier caso, la gran compenetración entre los puestos, fruto de tan larga y estrecha relación -reforzada ahora por su diversa oferta carente de competencia-, ha consolidado un equipo compacto de compañeros que resisten unidos e ilusionados. El sentimiento de grupo es patente en su asociada organización, en la fluida comunicación que mantienen entre ellos, en su constante cooperación y en la manera en la que consensúan las decisiones. Sin ir más lejos, al ser preguntados por la realización de este reportaje, todos quisieron saber primero qué opinaban sus compañeros.

Tras comprobar que a todas las partes nos parecía una buena idea, no dudaron en contarnos algunas de sus vivencias a lo largo de estos años, historias de empeño y supervivencia.
Entrada al mercado por la calle principal, con el bar anexo Guztiona a la derecha. 
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Nicolás empezó hace 26 años, sólo dos después de que abriera el mercado, y aun así recuerda perfectamente que fue un 25 de noviembre. Según nos cuenta, la clientela habitual ronda los 55 o 60 años y son sobre todo señoras; no obstante, indica que tampoco falta gente joven.

Aunque reconoce que hoy es muy difícil mantener un negocio así, él sabe bien cómo hacerlo: la clave es ser muy constante y amable, pues “en el mercado es donde la gente encuentra la calidad y el trato”. Con todo ello, afirma sonriente que aquí hay que “aspirar a seguir, no a ser rico”.

María, que prefirió no ser fotografiada, lleva la charcutería contigua, aunque de manera independiente desde que Nicolás y ella se separaron. Ello, sin embargo, no ha impedido que continúen con sus respectivos negocios manteniendo una buena relación, pues al fin y al cabo, comparten trabajo y una pareja de hijos.

Nos destaca que pasan por allí muchos jóvenes, especialmente el sábado a última hora, después de currar. “Hay que mimarlos”, confiesa. Coincide casi literalmente con Nicolás en que allí los clientes “encuentran el trato y la calidad que no hay en los supermercados”. Tanto, que “la gente llega a contarte su vida, sus cosas de casa”. Por ello, y “aunque a veces cuesta, hay que poner buena cara siempre”. María estudió y tiene la carrera de sociología, y le gusta a lo que se dedica.

A pesar del reducido número de puestos, en las horas punta el flujo de gente es notable.

Marta lleva 25 años en la pollería con su nombre, más de la mitad de su vida. Empezó con tan sólo 18, dos años después de que lo abriera su madre, que se jubiló allí. Incluso después de tanto tiempo, y de manera humilde, es capaz de asegurar que no se puede quejar. Algo que, por supuesto, no es precisamente casualidad. Así lo demostró más de un cliente, que sin siquiera ser preguntado, se aseguró de dejar claro que Marta goza allí de una muy merecida reputación.

Los puestos fueron cerrando cuando morían sus responsables
y los hijos no querían continuar con el negocio.
La frutería de los hermanos Sebastián es uno de los puestos más antiguos. Su letrero nos anuncia un parentesco que no sería nada fácil de adivinar de otra manera, dado que Julio y Antonio se llevan 18 años. Julio, el mayor, ya está jubilado, pero como no podía ser de otra manera, sigue en el puesto que ha ocupado tanto tiempo para echar una mano a su hermano Antonio.

Julio, hermano mayor ya jubilado, no falta un día a su cita.
 Nos cuentan que, aunque “no les preocupanporque no queda otra”, se ha ido notando especialmente el impacto de los supermercadosny centros comerciales que poco a poco han aparecido en los alrededores del municipio. Su explicación es simple: “Más negocios y menos dinero, no hay más”.

La máxima de Antonio, ahora al frente de la frutería, es que “hubo años buenos, ahora toca luchar”.





Por último, Jon Ander y Yolanda están al cargo de la pescadería Tere. Él nos cuenta que antes lo llevaba su padre, desde hace unos 10 o 12 años. Ambos llevan 2 años en el mercado, después de haber trabajado en otros lugares diversos. “Es otro rollo”, afirman, “más directo y cercano”.

Habiéndolo visto desde fuera, saben que los centros comerciales y las grandes superficies de alrededor han hecho mucho daño a los pequeños negocios locales, pero “es lo que hay”. Ella aprovecha para destacar que “el cambio a la peseta se notó un montón”.

Jon Ander lleva en “el tema” (de la pescadería) unos 8 o 9 años, desde los 22.
Yolanda trabaja en varios lugares a la vez, pero actualmente “está contenta con el ambiente del mercado”.

Como comentábamos anteriormente, el bar Guztiona también forma parte del mercado pues cuenta con un número de puesto como el resto de establecimientos de la galería, aunque obviamente su modo de funcionar resulta muy ajeno.

Sin embargo, todos los demás lo incluyeron como uno más, contando un total de 6 puestos. Ese espíritu de unión y camaradería es sin duda lo que les ha permitido mantener el ánimo y las ganas después de tantos años, y esperemos que muchos más. Por mi parte quedo satisfecho, viendo la ilusión que les causó a todos ellos la simple realización de este reportaje. Aupa Obieta.

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